La caficultora Emilia Pillpe Ayllca (58) heredó de sus padres el amor por la tierra. A los 15 años, llegó desde Andahuaylas (Apurímac) al distrito de Perené, en la provincia de Chanchamayo (Junín), junto a Feliciano Damiano, su pareja, en busca de trabajo y comenzaron como peones en cafetales. Emilia entonces aprendió a preparar y abonar la tierra, controlar el agua y la sombra necesarios para que cada cafeto prospere, y a cosechar y procesar los cerezos de café.
Rápidamente, Emilia comprendió que ese era su lugar y tomó la decisión de trabajar duro para tener su propia tierra donde cultivar café y formar su familia. Con esfuerzo y pasión, logró sus objetivos. «Mis padres son mi ejemplo; desde pequeña, me enseñaron el trabajo en el campo, y eso hice yo con mis hijos», cuenta mientras señala sus cafetos de las variedades Obatá, Catuai amarillo y Marsellesa, cultivados
a 1500 msnm en su finca Santa Isabel ubicada en la comunidad Nativa, Alto Sancachari.
Cuidar las plantas de café como a los hijos
En su finca, nacieron y crecieron sus cuatro hijos, a quienes recuerda felices y traviesos. “Ya todos son adultos, la casa quedó sola. Entonces ahora cuido mis plantitas como los cuidé a ellos, con el mismo cariño”. Cuando las veo decaídas, me preocupo y les doy lo que necesitan; cuando las veo felices, yo también lo soy”, dice Emilia. Es por ello que ha plantado pino, pajuro y eucalipto; árboles que aportan la sombra necesaria para proteger sus cafetos.
Para Emilia, continuar cultivando su café es fundamental. “Yo recibí un consejo muy sabio de un tío. Como mujer, muchas veces una se entrega a las voluntades de otros, pierde su independencia y eso es peligroso. Una debe trabajar y producir su dinero”, afirma.
Pero ser caficultora no es un camino fácil. Los precios son fluctuantes y es un reto colocar la producción en el mercado a través de intermediarios que no siempre están dispuestos a pagar su valor. Además, en el año 2013, Emilia, como la gran mayoría de caficultores en la región, sufrió las devastadoras consecuencias de la plaga de la Roya.
«Todo se secó muy rápidamente y decidimos irnos de la finca porque ya no podríamos sobrevivir. Al tiempo me llama mi vecina a decirme que en mi finca tenía cafetos para cosechar. En ese momento entendí lo fértil de mi tierra. Regresé agradecida y volví a mi labor”, comenta.
Obatá en Pueblo Libre
Emilia es imparable, al igual que sus padres, quienes siguen trabajando sus tierras todos los días. «Yo hago el trabajo en la finca; en época de cosecha, tengo personal que me ayuda con la recolección de los cerezos maduros, mientras yo me encargo del proceso de la postcosecha: lavo, floto, despulpo y seco mi café. Me gusta seleccionarlos muy bien; todos los cerezos deben estar maduritos», cuenta Emilia.
Su producción de la variedad Obatá es parte de la oferta de Habitual Café, una cafetería de especialidad ubicada en el distrito de Pueblo Libre, en Lima, de la que soy cofundadora. Esta variedad, original de Brasil, fue elegida por Emilia tras la plaga de la roya por su producción y resistencia.
Se trata de un café de cuerpo medio, con notas de melaza y avellanas que ya está cautivando a los consumidores, quienes pueden conocer a Emilia y su finca a través de fotografías que se exponen en el local y en tarjetas con información básica de su café.
«Me da mucha ilusión que más personas puedan probar mi café, siento orgullo. Yo voy a seguir en mi finca, cuidando a mis plantas; así soy feliz», concluye.
DATO CAFETERO
- Habitual Café: Calle Carlos Vidal 314, Pueblo Libre (alt 1189 de la Av. Manuel Cipriano Dulanto ex La Av La Mar).
- Horario: de lunes a sábado de 8 am a 8pm
- En Google Maps: Habitual Café – Cafetería de especialidad
1 comentario
Liana
Que hermosa e inspiradora historia de esfuerzo y perseverancia, beber y disfrutar una taza de su delicioso café en Lima es como coronar todo el proceso del trabajo y la vida de Emilia.
Es excelente para estos cultivadores, tener a Habitual Café como vitrina para dar conocer y deleitarnos con su producción