¿Mamá, qué hay? y su propuesta de pastelería sostenible

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¿Mamá, qué hay? Es, a simple vista, una cuenta en Instagram para los amantes de los postres hechos con insumos orgánicos. Pero al hablar con Valerie León Pardo Figueroa, su creadora, descubrimos que la propuesta de esta iniciativa va más allá.

El nombre hace alusión a la pregunta que todos los niños hacen a sus madres a la hora de la comida, pero también es la interrogante que las hijas de Valerie le plantean cuando tienen dudas y como forma de comunicarse entre ellas. Por ello, Valerie escogió usarla como nombre de un emprendimiento de gastronomía sostenible. ¿Mamá, qué hay? es una pregunta que la motiva constantemente.  

Valerie estudió cocina en D’Gallia y luego siguió la carrera de administración de turismo y hotelería. Es, además, activista del movimiento Slow Food, que nació como contraparte al fast food y promueve el uso de alimentos ecológicos, defiende la biodiversidad, así como un consumo sostenible y responsable con los productores.

Aunque desde niña le ha apasionado la cocina, durante un tiempo se enfocó en labores administrativas. Sin embargo, en el último año ha retomado su amor por la gastronomía con un enfoque social. Su objetivo es acercar a las personas a alimentos hechos de manera orgánica, reconocer a los productores que siguen buenas prácticas y pagar el precio justo por su trabajo. De este modo, cree, es posible hacer educación alimentaria con conciencia ambiental.

“Me gusta contarles a mis clientes la historia de donde viene lo que están comiendo, siento que es mi responsabilidad buscar la trazabilidad de los insumos que compro. Para cada postre procuro tener un proveedor diferente, de diversas partes del país, pero que tienen en común el hecho de que son buenas personas produciendo cosas buenas”, cuenta Valerie. Así, refiere, ha podido reunir a un grupo de productores que no usan pesticidas, que realizan compostaje para mejorar sus suelos y que durante periodos dejan de cosechar para permitir que la tierra respire hasta la siguiente producción.

Entre los productos con los que trabaja tiene harina de trigo integral de Caraz, quinua de la zona de amortiguamiento del Parque Nacional del Huascarán, berries (zarzamora, aguaymanto y frambuesas) de Ambo (Huánuco), fresas de Pachacámac con sistema de garantía participativa, aceite de coco de San Martín, castañas de Madre de Dios, panela de caña negra de Cajabamba (Cajamarca) y huevos de gallina de Junín que son criadas libremente y sin hormonas.

Además, en la búsqueda de que su propuesta sea los más ecoamigable posible, usa empaques de plástico y cajas compostables. “Es un costo adicional, pero tratamos de que sea lo mejor para el medio ambiente”, refiere. El delivery de sus postres se realiza a través un servicio de bicimensajería como un aporte de su marca para reducir la contaminación vehicular.

Entre sus creaciones destacan su quinua berries (harina de quinua perlada, castañas amazónicas, arándanos, zarzamoras, aguaymantos y frambuesas), Brownie-Cao (60% de pasta cacao, sin leche, de Pichari, Cusco) y Cacao a la vena (bizcocho de cacao rellena de ganache de cacao y castañas amazónicas). Cualquiera de estas delicias, refiere Valerie, combinan bien con un buen café peruano. Damos fe de ello.

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